Virginia Woolf
El horror de los bombardeos ha aniquilado
la paz de Inglaterra. Una paz que no podía durar mucho ante la amenaza de la
locura nazi. Mientras, otra locura, esta genial, hipersensible y deprimida,
decide apagarse en las frías aguas del río Ouse. Era un 28 de marzo de 1941. En
la orilla ha dejado el bastón que como apoyo la ayudado a llegar a la muerte,
la paz ha llegado para el alma de una de las escritoras más importantes de
todos los tiempos. Virginia Woolf ha muerto.
Virginia Woolf (Impedimenta, 2012) recrea en viñetas la
vida de la gran escritora inglesa del siglo XX. El guion es de Michèle Gazier,
profesora francesa de español y traductora literaria, los dibujos en acuarela
son de Bernard Ciccolini, también francés, director de arte y editor. Entre
ambos han condensado en recuadros las sombras y las luces del genio de
Bloomsbury. Los momentos felices de su infancia junto a sus hermanas, las
correrías de chiquillas en la campiña inglesa durante los veranos en St. Ives,
la escritura temprana de sus diarios de niña, el encantamiento de su madre. Una
imagen, el recuerdo de la plenitud: "He posado mi mejilla en su regazo.
Respiro las flores rojas y violetas de su falda estampada. El tren avanza
traqueteando. Para mí, esta será para siempre la imagen de la felicidad".
Felicidad que se le haría esquiva por el resto de su vida. Esta jovencísima
Virginia irá descubriendo el dolor de la pérdida de los seres queridos. También
el abuso de quienes han debido protegerla, como el de su hermanastro George. Y
el del propio padre, quien a la muerte de su esposa y madre de Virginia, ya no
podrá tolerar su ausencia. Fue para ella un padre tiránico. Sin embargo lo amó hasta
su fallecimiento. Vendrán las sombras. Se quiebra el orden familiar cuando
muere su madre, Julia, debido a una fuerte gripe. La muerte de su adorada
hermana Estella, la de su hermano Thoby por fiebre tifoidea luego de un viaje a
las ruinas de Atenas, y que para Virginia siempre estaría cubierta por la
sombra del luto. El orden familiar se resquebraja, así como el ánimo frágil de
Virginia.
La llegada al 46 de Gordon Square,
Bloomsbury, supondrá para el delicado espíritu de Virginia un renacer. El roce
con intelectuales y artistas insuflará vida a la solitaria escritora, comenzará
a colaborar en el suplemento femenino del Guardian
y el Times Literary Supplement: "En
suma, leer y escribir es toda mi vida". En una cena con el grupo de
Bloomsbury conoce a quien sería su ángel de la guarda: "Todo el grupo
estaba allí para celebrar que Leonard Woolf se iba a Ceilán. Es un joven
cultivado, pobre, siempre sacudido por un extraño temblor". Las viñetas
combinan los diálogos con los pensamientos de Virginia, quien se muestra no
solamente taciturna y reflexiva, sino muchas veces desenfada y alegre. Y he aquí
un logro de esta biografía gráfica: darle acento a los claros junto a los
oscuros en la vida de Virginia, sin que sea un duelo entre las dichas y las
desgracias. La capacidad de síntesis y edición de Gazier para contener en cada
burbuja de las viñetas una frase, pensamiento, reflexión de los personajes, es
un concentrado de carácter y elocuencia. Nada queda fuera, la ambigüedad sexual
de Virginia, el desequilibrio emocional, la escritura de La
sra. Dalloway, la visita a Sigmund Freud en el exilio ("Es un
hombre roto", dirá), la amistad con el artista plástico Roger Fry, Londres
hecho ruinas por las bombas, y en cada viñeta un momento significativo. El
trazo de Ciccolini es naturalista y los colores en acuarela armonizan con el
estado anímico de Virginia. Los pasajes más desconsoladores los tiñe de azul
cenizo y da cuenta de la honda e insobornable tristeza que embarga a Virginia
ante las desavenencias del mundo.
Una tristeza que estará en pugna con la
escritura, la formación y reconocimiento de su talento por propios y extraños.
Y la constante inseguridad ante la salida de cada una de sus obras maestras. La
creación de Hogarth Press por el matrimonio Woolf será una alegría para ambos.
La edición e impresión de libros, una rutina sugerida por Leonard a Virginia
para el mejoramiento de su salud psíquica y el aprovechamiento de su genialidad
literaria rendirá los frutos por los que los lectores de todas las lenguas no
dejan de asombrarse. "La escritura es mi felicidad y mi desgracia, llena
mi vida, y también la devasta". Esa pequeña imprenta y editorial tuvo el
manuscrito de un libro que signaría la literatura moderna: Ulises
de James Joyce. Leonard y Virginia se negarían a editarlo: "Nos ha
parecido insoportable, grosero, inculto y vulgar". Si alguien podía rechazar este prodigio tenía que ser el
matrimonio Woolf.
Lo que terminó por devastar la vida de
Virginia sería la guerra. Su propia locura palidecía ante la locura del mundo.
Durante la guerra estalla una bomba cerca de su casa en Sussex, sacando del
cauce al río Ouse. El jardín de Virginia se convertiría en un lago que la
maravillaría. Las viñetas finales son hermosas. De una sutileza mortal. Las
piedras, el bastón, las aguas, el faro. El horror bélico, la locura del odio
que incendió Europa y una tragedia mínima, la de una mujer que no soportó la
fealdad del mundo y que dejó lo mejor de sí a la posteridad, aquel jardín
devenido lago conjugaría su vida: "A veces la belleza y el desastre se
rozan".
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