Historia de un idiota contada por él mismo
I
O el contenido de
la felicidad. Es
la baja del título de esta novela escrita hace treinta años por el filósofo y
profesor de estética, recientemente nombrado miembro de la RAE, Félix de Azúa.
Escritor español que ha trabajado todos los géneros y ha entregado libros que,
al menos para unos cuantos, son referentes de la literatura hispana. Narrativa,
ensayo, poesía, memorias, artículos. Y si hay algo que recorre, une, ata la
obra como si se tratara de esas figuras humanas de papel que una vez recortadas
y extendidas se alargan tomadas de la mano, es la lucidez corrosiva, la ironía
insolente y el humor de calado filosófico. El contenido de la tan mentada y
buscada felicidad es el núcleo de esta breve narración que, temerariamente,
advierte sobre la idiotez del siglo XX. Y leída de nuevo en el recién estrenado
siglo XXI [al menos en gran parte del mundo lo es, se tendrá que esperar todavía
un tanto en Venezuela para entrar en él] es una advertencia, o mejor, una
vacuna contra de la estupidez, un paliativo para la memez solemne que nos
rodea.
Esta es una novela narrada en primera
persona por un joven que ha descubierto en la búsqueda de la felicidad, la
propia idiotez. Escrita en los años inmediatos a la transición española de una
dictadura atrabiliaria, militar y criminalmente ridícula, a una democracia
incipiente, torpe pero prometedora [se podría decir que España llega tarde al
siglo XX, por ahí, a finales de la década del setenta]. El narrador de la Historia de un idiota contada por él mismo
(Anagrama, 2008), es de una voz descreída, que se desmiente a sí misma en cada
avance de lo que significa la felicidad. Una investigación que ha decidido
llevar a cabo como una manera de sobrevivir al calamitoso siglo XX. Si va a
simular la felicidad al menos necesita saber cuál es su naturaleza.
El joven comienza su investigación al
darse cuenta de que en las fotografías de la infancia siempre fue retratado con
una "misma e insoportable sonrisa", y que iba a necesitar de ella
para mantenerse dentro del orden social impuesto. Una bofetada al pronunciar
una grosería lo hizo reflexionar, "produjo un efecto formativo", y
desde muy temprana edad supo que en este mundo sería peligroso mostrarse
infeliz. Se convirtió en un simulador de felicidad y a la vez comenzó una
investigación sobre ella. Y en el transcurso de tal proyecto no quedaría
verdad, institución, ideología, instancia normativa, convención social, que no
desarmaría —con una lucidez desternillante— este "investigador", que
llevará tal curiosidad hasta las últimas consecuencias: el contenido de la
felicidad es lo insoportable, lo horrible. Como aquella fláccida sonrisa
infantil.
Las reflexiones que están a la vista las
escribió en un cuaderno que ha tomado al azar y relee (y el lector asiste a esa
lectura) desde una "habitación desnuda", recriminándose a sí mismo si
tal investigación no lo habrá conducido a una soledad que no reconforta porque
hasta él ha sido negado ante sí. Y durante
todo el relato se hace un recorrido de una aparente superficialidad filosófica
sobre las cuestiones sempiternas del ser humano, o aquellas en las que apuesta
encontrará la felicidad.
II
La felicidad infantil que "ha
rebajado las exigencias morales de los inexistentes adultos a niveles de jardín
de infancia. No es de extrañar que en la actualidad la población desarrollada
sea prácticamente analfabeta, a la manera de los niños, es decir, con una
cantidad ingente de información inútil ocupando la totalidad del cerebro".
La felicidad universitaria, que inevitablemente está vinculada a la participación
política una vez superada la "felicidad pedagógica", y que lo llevaría
a "descubrir nuevos datos sobre una forma reciente de felicidad a la que
no tengo más remedio que llamar por su nombre: la militancia política de
extrema izquierda revolucionaria. Los primeros datos sobre este enemigo de la
felicidad que pregona la posibilidad de construir una sociedad feliz mediante
el uso de unas cuantas generaciones de incautos, los obtuve gracias a la prensa
franquista". Las riñas ideológicas se retroalimentan, se necesitan, se
aman [para cuando salga esta nota ya la concentración opositora en Venezuela,
llamada "la toma de Caracas", se habrá efectuado, y no deja de llamar
la atención que el gran promotor, publicista y entusiasta de ella fuese el
propio gobierno comunista que se seguro pensó,
se quedó corto en provocarla, ejemplo insoslayable en cualquier abordaje sobre
la idiotez]. La investigación sobre la felicidad sexual le llegó al
protagonista encarnada en la amante lasciva de un tío que lo introdujo en ella
como un trabajo de campo: "Muchas y variadas son las actividades a que
pueden entregarse dos personas cuyo único nexo es el conocimiento carnal; múltiples
las posturas y diversas las circunstancias. Hay un registro notablemente amplio
en la mecánica copulatoria como para que el espejismo dure por lo menos un par
de meses (...) Durante aquellos meses pude comprobar las sorprendentes analogías
entre la gramática y la fornicación, y lo tocante a las variaciones sintácticas,
morfológicas y semánticas. Pero llegó el momento en que nos repetimos. Era
inevitable, a pesar de sus pechos y sus vulvas (...) yo, la verdad, no conseguí
tener más que un pene (...) aquellas relaciones sexuales que no deriven en
negocios, administración del patrimonio, pedagogía, codicia y otras actividades
y pasiones semejantes, es decir, en matrimonio, son necesariamente efímeras". La felicidad amorosa en la que el
protagonista se explayará hasta dar cuenta de la gran trampa negadora que entraña:
"A lo largo de una investigación amorosa todas las funciones se truecan,
si es que estamos hablando de una investigación seria, porque se trata de un
fenómeno de mutuo espejismo y cada uno de los Objetos quiere ser el Otro. Y lo
consiguen. Conseguirlo quiere decir dos cosas; primero, aburrirse del Otro por
lo mucho que se parece a lo que uno era antes; segundo, comprender lo mediocre
y zafio que era uno entonces. Consecuencia: el Otro es ahora mediocre y
zafio."
Atención le dedica a la felicidad militar
(guerrera. Que sustituye a la religión, a la política y el sexo como
simulaciones de sentido y significado, comenta el protagonista). Al joven le
toca cumplir la mili por tres meses, y durante el servicio encontrará el
vaciamiento del pensamiento. La estructura militar suspende la conciencia de sí
de quienes la conforman: "(...) la organización castrense y el servicio
militar son efectos de la herencia platónica —de costosísimas consecuencias— y
de la irresistible sugestión que ejerce y ha ejercido el diálogo conocido con
el nombre de República, y también Ciudad Ideal, sobre los políticos y los que
emprenden la carrera militar, los cuales, no pudiendo realizar esa excelente
sociedad en la vida común y corriente, la realizan a escala reducida (...) Esa
Ciudad Ideal de hombres jóvenes separados de todo contacto sexual femenino,
ordenados en castas puras y sin mediaciones, regidos por la más ideal de las
representaciones (La Patria; o también, La Madre), ocupa un tiempo vacío con
una tarea inexistente, sin la menor finalidad práctica, y a un precio ruinoso,
el servicio militar es una obra de arte que simboliza ingenuamente la
impotencia de políticos y militares modernos; incapaces de asumir que ya no son
ni políticos ni militares, sino gerentes y ecónomos, sin la menor necesidad de
tener ideas, pero con la esclavitud de un ideal".
III
Con agudeza e insolencia, las nociones de
patria, nación, arte, creación, poesía, amor, familia, religión, van siendo
vividas y agotadas por el protagonista y despachadas en un ejercicio
intelectual que no podía desembocar sino en un nihilismo triste que es, a su
vez, combatido por el propio narrador. Con humor el protagonista va dando
cuenta de una tristeza que, de hondura filosófica, se hace cada vez más
pesimista, oscura e irremediable. Sin embargo, como si hubiese una necesidad de
redención, tal investigación —que es también un desencantamiento del mundo— lo
lleva a mantener lo que en principio llevó a realizarla: el asombro ante el
mundo que está dentro y ante sí mismo. Novela de iniciación en contravía,
educación sentimental que no es educación y no es sentimental, paso de la niñez
y juventud a una adultez que se pretende lúcida pero termina sintiéndose fúnebre;
novela antídoto de la soberbia juvenil. Historia de un
idiota contada por él mismo es un ejercicio feroz en contra de las
convenciones, de la propia sociedad occidental embelesada en una búsqueda de
felicidad que no es más —ni menos— que el intento adolescente de llenar un vacío
que parece inmune a las voluntades. Caer en cuenta podría ser el remedio para
sobrellevarlo. Una lectura que tal vez en manos de un joven curioso —uno
cierto, no de cincuenta años— podría resultar provechosa.
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