El pensamiento cautivo


1953, este año moriría Stalin. Y durante ese año se publicaría el libro del diplomático polaco Czeslaw Milosz. La fecha no es un dato caprichoso. El libro de quien también fue poeta, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1980, da cuenta de los procesos sociales, económicos, políticos, bélicos, que llegan hasta las instancias más íntimas del hombre hasta convertirlo en un descerebrado ideológico. Al intelectual, y muy especialmente al poeta. Los mecanismos y las prácticas que destruyen el espíritu en pro de una fanfarria política que se convierte en razón de Estado hasta deshumanizar a los hombres que embrutecidos y envilecidos bajo su égida pierden la dignidad y se transforman en verdugos de sí mismos.

El pensamiento cautivo (Tusquets, 1981) o la reciente edición La mente cautiva (Galaxia Gutenberg, 2016) es un ensayo y testimonio subyugante, una reflexión fría e hiriente, profunda y compleja de lo que puede llegar a ser una sociedad cuando el odio se formaliza y se entroniza la Historia como necesaria para el inevitable advenimiento de un mundo en el que el hombre nuevo será libre. Ni mundo ni hombre nuevo: el peor mundo y el más canalla de los hombres, pero de novedad solo la llamada Nueva Fe que señala Milosz. Publicado en Francia en 1953, reeditado en 1961 fue traducido al español en 1957 y publicado por la Universidad de Puerto Rico en Ediciones de la Torre, edición que debe entrañar una historia lo menos fascinante, Tusquets se hace de la traducción hecha del polaco por E. Revol y corregida a partir de las ediciones inglesa y francesa. Sin duda la concesión del Nobel hizo que despertara un interés mayor. Aún no caía el Muro de Berlín. Aún muchos soñadores luchaban por hacer de los seres humanos pollos de granja. [Varios ejemplares se encuentran en la Biblioteca de la UCV, incluso algunos puertorriqueños. La curiosidad me tienta a verificar quiénes han solicitado en préstamo este título desde que llegó a uno de los epicentros de la izquierda nacional, ¿quiénes de los que ahora bailan salsa bajo el ritmo de la charrasca carnicera en cadena nacional lo leyeron y sintieron náuseas ante tanta sensatez? o ¿algún profesor enfebrecido de revolución habrá sabido de su existencia y prefirió recomendar a sus estudiantes febriles de cambio ¿Qué hacer? del energúmeno Lenin? o ¿habrá sido dejado de lado por ser una muestra de traición burguesa o cualquier otra puerilidad revolucionaria? ¿por qué no se atrevieron a leer algunas de sus páginas? ¿se enterarían de que el poeta polaco le propinaba algunos jabs a su colega chileno Neruda, el sinvergüenza comilón comunista? ¿o será que la vacuna ideológica es como la recién estrenada contra el ébola, actúa 100% en contra de la más elemental inteligencia? ¿o sería que ese libro durmió en los muebles de la biblioteca sin ser despertado jamás? ¿la bacanal excremencial de la izquierda dejó colar este libro a los aposentos del pensamiento universitario? ¿quién adquirió este título para la biblioteca? ¿lo habrá leído el flamante nuevo ministro de educación? Pueden anotar la cota DK411 M455. Son preguntas retóricas. No se espera ninguna respuesta. Todas estas preguntas exponen una burguesa y decadente mirada sobre el mundo].

Conmueve la honestidad y sorprende la preclaridad de Milosz al dar cuenta de lo que sucede en los hombres bajo las democracias populares. Que así llama a estas revueltas nacidas de la Razón y que engendran un mundo de miseria, hambre y muerte. Esa Razón tiene método. La dialéctica materialista. Una maravilla del pensamiento científico. Marx lo certifica. Milosz concentra en cada línea datos, fechas, recuerdos, citas, historia, y cada párrafo es una conjunción de saberes que van conformando un marco teórico para entender lo que será la ejemplificación encarnada en cuatro escritores de este nuevo orden ontológico. ¿Quién en 1953 podía dudar de que la Historia había develado sus mecanismos y conduciría a los hombres al paraíso terrenal? Milosz fue diplomático del gobierno de Varsovia sin pertenecer al Partido, y lo explica porque en las democracias populares el escritor siempre fue una clase privilegiada. Debe ser porque es portador de la palabra y proclamador y ejecutor del método, voz de los que no tienen voz, divulgador de la buena nueva. A medida que el lector se adentra en los cambios progresivos de la Nueva Fe se topa con el "realismo socialista" una vez que llega a Polonia. Más que un método es una doctrina leninista-stalinista. "El realismo socialista predica una justa actitud de duda ante un sistema de ética puramente formal, pero, a su vez, supedita todo juicio de valor a los intereses de la dictadura. El sufrimiento humano queda ahogado por los toques de clarín; es la orquesta en el campo de concentración; y yo, en mi calidad de poeta, ya tenía mi sitio asignado entre los primeros violinistas". La bellaquería revolucionaria no pierde el tiempo en la compasión, ella es solo acción.

Milosz confiesa que su lengua es su país, y por eso seguía escribiendo, en Polonia estaban sus lectores, sus afectos, sus parientes. Hasta que no pudo más. El exilio llegaría en 1961 en Francia —doloroso, sufriente, porque los franceses no podían entender que alguien huyera del paraíso comunista— y luego en los Estados Unidos donde dictó clases de literatura eslava hasta regresar en los años noventa a Cracovia y fallecer en 2004. Polonia, atrapada entre dos imperios. Alemania y la Rusia soviética (¿acaso ha habido otra luego de 1917?). Polonia la católica convertida al comunismo (nostalgias papales donde las haya). La Polonia que no ha dejado de padecer totalitarismos. Milosz echa mano de una novela que ha vuelto a editarse después de muchos años sin mayor atención por parte de los lectores: Insaciabilidad (Barral, 1973. Círculo de escritores, 2014) del polaco Stanislaw Ignacy Witkiewicz, y ausculta en ella la necesidad de darle sentido a la existencia en un mundo desbocado de narcisismo, decadencia y corrupción. En esta Polonia del futuro perdida en la banalización desgraciada del hedonismo, se brinda una solución: la píldora de Murti-Bing, "un filósofo mongol que había conseguido integrar su 'concepción del mundo' en un medio orgánico, haciéndola transmisible (...) quien las tomara, cambiaría por completo. Se tornaba sereno y feliz". Milosz ve en Insaciabilidad, publicada en polaco en 1930, su contemporaneidad. Asegura que todo lo que la novela predice se ha cumplido. Basta decir que esa píldora la brindan (o la disparan) los comunistas. El Murti-Bing excluye de pensar. Es la Nueva Fe. La abdicación del pensamiento auspiciada por los propios pensadores.

Milosz va preparando el terreno para que el lector pueda abordar los perfiles de poetas que ejemplificarán el poder de las ideologías sobre el espíritu. La píldora Murti-Bing, la mirada del Este sobre Occidente que está signada por el materialismo dialéctico y que justifica y trastoca toda comprensión del mundo que no esté sujeta al método, y que condena a las sociedades y al hombre en su más profundo fuero interno al "deseo de que la realidad sea todo lo que uno anhela", y que desemboca en esto: "El hecho de que un niño educado en la escuela de la responsabilidad delate a su padre si nota que la conducta de éste es contraria a los intereses del orden social de cuyo bienestar depende la felicidad de la humanidad entera, parece lo más razonable". Y razonable también será el exterminio de quienes no adopten la Nueva Fe. La razón al servicio del delirio. Y los intelectuales inoculando entusiasmo mientras construyen una fosa común.

Milosz también echará mano de un concepto del mundo árabe para intentar desentrañar qué sucede durante la conversión de un hombre a comunista: el Ketman. La noción de convertirse en un intérprete, en actor del nuevo orden hasta trastocar la propia identidad y difuminar los límites entre el propio yo y la interpretación. No es tan sencillo, no se trata de preguntar si estos hombres creen lo que dicen, no se trata de un engaño, se trata de un atentado a la realidad, de una transformación audaz, una impostura que termina desviando a quien la adopta hasta crear una fractura irreconciliable con la realidad, el bien y el mal lo norma el beneficio o el perjurio a la Revolución, así, la delación es un deber, una virtud de la Nueva Fe; el Ketman es una forma de vida. La ceporría comunista es esquizofrénica, se vive ante dos realidades que atentan contra sí mismas. La enajenación ideológica hace que el miedo sea ubicuo. El Ketman no miente porque verdad y mentira ya no son parámetros en el nuevo orden.

Se puede leer en Inmadurez (Siruela, 2006) del editor y filósofo italiano Francesco Cataluccio, los nombres de los poetas a los que Milosz retrata en estos perfiles que ahondan en lo más profundo de estos servidores del poder, porque en El pensamiento cautivo (Tusquets, 1981. O la más reciente edición: La mente cautiva, Galaxia Gutenberg, 2016) solo se les señala con seudónimos [desconozco a los poetas xxxxxx, xxxxxx, xxxxx y xxxxx]. Cada retrato es una excavación en la psicología del ser humano bajo regímenes que quiebran todo reconocimiento de otredad en términos compasivos; es el recorrido a los escondrijos de la miseria humana, donde el hombre se hace un desalmado, donde solo hay vacío y desgracia. Estos poetas, intelectuales laboriosos de la palabra, develadores del mundo, ingenieros del alma, recreadores de la naturaleza humana, se doblegan, se rinden, se pliegan, se rompen ante la Historia y sus ejecutores, creen hacerla andar y son víctimas y victimarios de la propia cipayería ideológica.

A, o el moralista, quizás el trabajo más dramático, en el que Milosz da cuenta de la caída de un escritor con talento, a quien admiraba y estimaba; lo sigue hasta ver cómo se convierte en un referente de moral sólida, inquebrantable, su prestigio era reconocido por todos, y su conducta durante la oprobiosa dominación alemana fue conmovedora y heroica, alentó con su fuerza la insurgencia. La caída comenzaba. La masacre llegaría junto al Ejército rojo que impondría un orden en el que la Historia no tendría piedad. A. tenía que sumarse a las fuerzas que habían liberado a Polonia para de nuevo oprimirla. No culpaba a los rusos de haber perdido todo lo que amaba, ellos lucharon contra el fascismo. A. sería acogido por los comunistas polacos y sería conducido a adoptar la irremediable concepción del mundo del Partido. La conversión había sido lograda. La suma de los hechos hizo de A. el escritor del régimen. Servía al poder, dictaba mítines, firmaba documentos del Partido, declaraba por los obreros, por la Historia, por la Nueva Fe. Abjuró de su pasado y abdicó a todo juicio que atentara contra la verdad revelada del sistema. Milosz no es tan severo quizás porque lo estimaba, pero la caída de su amigo en las cloacas ideológicas hizo de él un moralista cuya fundamento del bien y del mal lo dictaba Stalin.

Los siguientes perfiles trazan distintos caracteres con idéntico final, cada uno más penoso, pero en ellos Milosz es más destemplado, irónico y quizás algunos lectores sientan que cada perfil es un camino que conduce a la oscuridad. Y aciertan. B o el amante desdichado es la historia de un poeta que se hace prosista, cronista y observa el mundo en su desgracia indolente. Luego de sufrir lo indecible en campos de concentración, sobrevive y decide volver a Polonia donde se estaba llevando a cabo la revolución. Era la oportunidad de cambiar el mundo. B odiaba, y la revolución le brindaría la oportunidad de hacer de aquel la norma: "B veía el nuevo orden al alcance de la mano. Creía en la salvación sobre la tierra, y la deseaba. Sólo sentía odio hacia los enemigos de la felicidad del hombre. Gritaba que había que destruirlos. ¿Acaso no son malhechores los que, en el preciso momento en que la tierra entra en una nueva era, osan decir que, de cualquier modo, no está bien encerrar a la gente en campos de concentración y forzarla por el miedo a proclamar la Nueva Fe política? Pero, ¿a quiénes se encierra? ¡A los enemigos de clase, a los traidores, a la canalla! ¡He aquí la Historia! ¡La Historia está con nosotros! ¡Vemos brotar su intensa llama! En verdad, ciegos y mezquinos son los hombres que, en vez de abrazar el conjunto de la tarea gigantesca, pierden su tiempo analizando detalles insignificantes". B fue un peligroso embriagado del Partido. El caso de C, o el esclavo de la Historia se va acercando al patetismo. Compañero escolar de Milosz en la Lituania de su infancia C se hizo estalinista cuando se dio cuenta de que "no estaba hecho para la literatura". Ser comunista en un país invadido por otros comunistas no es idílico. Los rusos no confiaban en otros comunistas, así que el miedo y la sospecha se instalan en la sociedad. Las delaciones, las deportaciones, las acusaciones van y vienen. C vio cómo se llevaban a su padre, madre y hermanas a los koljoses de Asia mientras "pronunciaba discursos inflamados sobre la gran dicha de vivir y trabajar en el nuevo sistema, el mejor de todos, el que realiza los sueños de la humanidad". C fue un fracasado, un pobre diablo, un escritor mediocre que solo sabía viajar y dar discursos, escribir panfletos, propaganda vulgar, un desdichado que le gustaba la guerra para no tener que escribir y descubrirse en cada línea como un cretino sentado ante un escritorio pagado por el Partido siendo el costo  demasiado alto para el beneficiado: el alma. El último perfil es de un miserable bufón con talento: D, o el trovador, cantaba, jugaba con versos, la poesía era su carrusel, sus burlas encantaban a todos, sus poemas divertían sin ser del todo divertidos. Desde sus borracheras enfilaba en contra de todos, y fue un vividor que se embriagaba tanto de alcohol como de palabras, estaba dispuesto a cantarle a quien le pagara y así poder andar de taberna en taberna y de cogorza en cogorza alucinando a sus oyentes poéticos. Enviado a campos de trabajos forzados por los alemanes regresaría a Polonia a cantarle con entusiasmo al orgullo nacional que se libró de la fuerza extranjera, no tardaría en cantarle loas al soldado ruso que la hizo posible. Pero la poesía no es un carrusel para la Nueva Fe. Pronto tendría que rendir cuentas a los doctos del método: el realismo socialista que no conoce el arte porque detesta la libertad. Realismo socialista: como aseguró Marcuse, pretensión de hacer arte que no sea arte. D tendría que embriagarse de ideología, melopea que no divierte, asesina.


1953. En esta fecha moriría Stalin. Y se escribiría este libro proscrito. Los intelectuales de la morralla comunista lo esquivarían por décadas como quien ve venir un techo que se desmorona sobre ellos. Con lo que quizás nunca contó el poeta Milosz fue con la fuerza del Mal. La palabra odio se encuentra en estas luminosas páginas leídas hoy con estupor, miedo y vergüenza, pero la otra, esa que tanto se le rehuye en tiempos de blandenguerías e infantiles buenismos, subyace en cada línea sin ser nombrada. El Mal se anuncia y muchos lo ven venir y avisan, otros tantos como A, B, C y D, deciden servirle, y como flautistas protervos de Hamelin cantan y cantan pero no para desinfectar la villa de roedores sino para darle la bienvenida a la peste.

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