Qué vemos cuando leemos


Para mi entrañable amigo Jaime Cruz,
que sí sabe qué vemos cuando leemos

Leer es recordar. No es una máxima ni una sentencia. Es una tentativa de conclusión. El título de este libro —que no está entre signos de interrogación— sugiere una incógnita que podría tener respuesta, pero no una satisfactoria o definitiva. Leer es comprender. Y siempre será algo más. Todo libro leído es un recuerdo de haberlo leído. Leer es un acto de libertad. Como escribió C.S. Lewis en el libro que le da nombre a esta columna: "cuando leo gran literatura me convierto en mil personas diferentes sin dejar de ser yo mismo. Como el cielo nocturno en el poema griego veo una miríada de ojos, pero sigo siendo yo el que ve. Aquí, como en el acto religioso, en el amor, en la acción moral y en el conocimiento, me trasciendo a mí mismo y en ninguna otra actividad logro ser más yo."

Qué vemos cuando leemos (Seix Barral, 2015), de Peter Mendelsund, es un libro de apuntes sobre la lectura y el lector. Pero no cualquier lectura sino aquella de las grandes obras de la literatura. Por las páginas de este libro exótico, van y vienen pasajes de Ulises, Madame Bovary, La transformación, Moby Dick, Al faro, Nuestro amigo común, Oliver Twist, Las ciudades invisibles, en función de indagar qué sucede en la mente cuando se está leyendo. Es un tratado de fenomenología —heterodoxo— de la lectura (como indica la baja en la portadilla). Mendelsund es uno de los grandes diseñadores de portadas del mundo anglosajón. Algunas, han trascendido el idioma y han llegado a latitudes hispanas (más dadas a lo figurativo que a lo conceptual). Basta recordar la edición en estuche de las obras completas de Kafka en la edición DeBolsillo de Penguin Random House [que no dudaría en poner sobre el pupitre de todos los estudiantes que quisieran dedicarse al diseño de portadas de libros; sin olvidar el trabajo de Daniel Gil en la legendaria Alianza y el que se hace para el cincuenta aniversario de este sello español por Manuel Estrada].

Mendelsund es el director asociado de arte de la prestigiosa editorial Alfred A. Knopf. Diseñador autodidacta. Pianista. Estudió filosofía. Vaya formación. Si por él fuera, ha dicho, trabajaría con los libros de escritores ya fallecidos (menos personas a las cuales complacer), y en sus diseños de portadas no habrían imágenes totales o definitorias. Por la sencilla y compleja razón que ellas siempre serán una interpretación del contenido y preferiría llegar con ojos vírgenes a la historia. Supone para él una usurpación el casting de las adaptaciones cinematográficas a la imaginación del lector. Y es también, su oficio, un ejercicio contradictorio: interpreta lo que lee y lo traduce en la disposición gráfica de las portadas que diseña. La de Ulises, de Joyce, versión inglesa, es un alarde de simplicidad, elegancia y elocuencia: el título UlYssES, con una línea divisoria, que como un trazo, separa al nombre del autor, ha resaltado las letras "y" "e" y "s" final. Como termina la novela en inglés: "yes". Los libreros han visto que esa es la edición más vendida desde que circula. Sus portadas son sugerencias, evocaciones, sutilezas conceptuales, un destello de historia en sí mismas. Como lo que sucede cuando se lee: lo que sea que veamos es difuso, inconcreto, neblinoso, pero potencia la imaginación. Como si lo importante es lo oculto y no lo expuesto.

Sin embargo, este no es un libro sobre el diseño de portadas, es un libro sobre la experiencia de la lectura. Sobre la interiorización de las palabras en la mente del hombre, la asociación de ideas, la visualización, la imaginación, en los procesos cognitivos cuando la vista recorre sucesivamente letras, palabras, oraciones, párrafos, los mecanismos psicológicos cuando la palabra no tiene referentes, etc. Un libro que reflexiona sobre los procesos mentales en el momento de imaginar a Madame Bovary o a la señora Ramsay. La lectura evoca. Cuando leemos nos recordamos. La lectura es siempre un ejercicio autobiográfico. Y ahí [creo] reside la libertad cuando leemos, caemos en cuenta de que somos únicos, singulares. Leer es un acto intransferible, individual, íntimo, privado. Esa Madame Bovary o la señora Ramsay o Molly es la suma de las mujeres que hemos conocido, nuestras madres, amigas, novias, profesoras, todas esas mujeres que recordamos y están en la memoria, entre ocultas y adormecidas, agazapadas o rondando minuto a minuto. Y si la memoria es también lo que hacemos de ella —y lo que ella hace de nosotros—, no hay manera de que la lectura no sea también un acto de creación. Cada libro es distinto dependiendo de las manos que lo sujeten y los ojos que lo miren, y la memoria que lo recuerde, y a su vez, es el mismo libro para todos. Volvemos a la cita de C.S. Lewis.

Mendelsund es pianista y echa mano de la experiencia de la composición, interpretación, ejecución y deleite de la música para intentar dar cuenta de lo que sucede cuando leemos. "Una vez que la lectura del libro está en marcha, y que nos abocamos a la experiencia, empieza una especie de interpretación musical... Interpretamos un libro —la lectura de un libro— como quien interpreta una partitura. Interpretamos un libro, y asistimos a la actuación. (Como lectores, somos a la vez el director y la orquesta, así como el público)". Pero no interpretada en términos hermenéuticos —que también— sino en su ejecución, antes de la indagación intelectual. De nuevo Aristóteles: "el ser es un acto y descubrimos la naturaleza de algo conociendo su telos (su fin)". Intentar entender qué vemos cuando leemos es como encender la luz velozmente para ver qué aspecto tiene la oscuridad [citando de memoria a Williams James sobre la conciencia].


Así que Mendelsund no solo ha escrito un libro sino que lo ha diseñado: las ilustraciones dan cuenta de los procesos mentales sobre los que reflexiona el también licenciado en filosofía. [Hay que destacar algo: Mendelsund es un lector que diseña portadas para la libros. No solo un diseñador.] La disposición gráfica de conceptos, de palabras, ideas, significantes y significados, recuerda libros que han hecho lo mismo pero con carácter narrativo, La casa de hojas, de Danielewski, o los de Enrique Jardiel Poncela, porque este es un libro que se ve y no solo se lee. [Quizás de esto se trataba lo que le escuché a un par de jóvenes hace unos años en el Festival de la Lectura de Chacao (en Caracas, antes de que emergieran los bárbaros, o anunciándolo), en el puesto de los libros de Penguin Random House: "vámonos, aquí solo hay libros para leer". Creo, en realidad, que no tenía nada que ver con Wittgenstein].

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