Trazado. Un atlas literario


Peter Mendelsund, uno de los diseñadores editoriales más influyentes del mundo anglosajón, publicó un libro en el que reflexionaba sobre los procesos mentales, imaginativos, visuales, sensuales, intelectuales que confluyen cuando se lee una novela. No hacía mención a otros géneros, sino a la novela (o al cuento en todo caso). El libro se titula Qué vemos cuando leemos* (Seix Barral, 2015). La inaprensible materia novelesca solo podía ser un reflejo, una sensación, una neblinosa imagen de calles, rostros, habitaciones, bosques, que surgen durante procesos cognitivos complejos. Sin embargo, al leer, la historia se despliega en y ante el lector, llegando inclusive a habitar en la memoria, a formar parte de la vida de quien ha leído y se ha visto trasladado a un mundo concreto, aunque su experiencia sea inenarrable. En el intento se van las mejores páginas de críticas, reseñas, comentarios, porque leer, siempre será —como el nombre de esta columna— la experiencia de leer.

Viene a cuento el título de Mendelsund por el libro de un ilustrador de Maine, Estados Unidos. Andrew DeGraff le ha trabajado a Esquire, The New York Times, Foreign Policy, Sports Illustrated, Gap, Kellogg's, y su portafolio ha sido expuesto en galerías de Chicago, Nueva York, Albany (de donde es oriundo) San Francisco, Calgary, Ciudad de México, y hasta Honolulu. Es un dibujante de habilidad extraordinaria. Se le puede ver en un video (YouTube) creando desde la página en blanco uno de los mapas que incluye Trazado. Un atlas literario (Impedimenta, 2016) con una destreza vertiginosa. El mapa es el de la isla donde naufraga Robinson Crusoe, Isla de la desesperanza; en tres ilustraciones (que funcionan como un zoom-in cinematográfico) se puede ver desde la distancia una de las islas más famosas de la literatura universal, en la segunda ilustración la isla ya se muestra con sus amenazas, y la ilustración principal es el mapa que, con detalles minuciosos, muestra toda la geografía donde Defoe le dio vida a ese Adán inglés que creó un mundo fundado en la razón práctica y en una fe que correspondía a aquella, "¡fuego Viernes, en nombre de Dios!", se lee cuando van a arremeter contra los caníbales.

Este hermoso libro que reúne diecinueve mapas literarios, es un prodigio de imaginación, de experiencia de lectura en la que la novela (y algún cuento y hasta poema) ha sido asimilada y devuelta en sus contornos como expresión pictórica. Los mapas que ha dibujado DeGraff son la representación de una representación, un mise en abyme, que crea una relación reflectiva con la composición literaria. Una relación que, como la obra misma, es particular y universal al mismo tiempo. Ya que los mapas que ha trazado suponen una asimilación de lo leído en términos de ordenamiento, estructuras, caminos, rutas, secuencias, desplazamientos, una geografía no solo cartográfica, informativa (infográfica) sino también intelectual, en la que la novela, cuento o poema (la palabra) se muda hacia una zona espacial. El mapa de Orgullo y prejuicio, de Jane Austen, es elocuente en este aspecto. DeGraff ha dibujado sobre pilares —a la manera de un acueducto romano—, las distintas casas de familia en las que los protagonistas intentan concretar el amorío, los cimientos pueden ser frágiles, otros sólidos, y los caminos estarán algunos truncados, derrumbados y otros anchos y transitables, dando cuenta de una infraestructura novelesca. Los mapas de Cuento de Navidad, de Dickens, son cinco miniaturas en las que se señalan las caminerías de Ebenezer Scrooge y los fantasmas de los tiempos, en un Londres de callejuelas estrechas y frías como el espíritu por redimir del viejo mezquino. Y el recorrido de Peter el Rojo hasta alcanzar la conciencia, desde la selva hasta el podio frente a especialistas, es un viaje hacia la única salida que ha encontrado este simio acorralado: la humanidad. DeGraff dibuja un mapa en el que se ve a Peter sobre un árbol hasta llevarlo sobre una tarima dando un discurso, Informe para una academia, de Kafka, no deja de ser desconcertante.

Los mapas de DeGraff expresan espacio, tiempo y sentido. Como todo mapa que se considere tal. Desde el Missisippi de Huckleberry Finn; el sur de los EE.UU. de Flannery O' Connor en Vacaciones en familia; un jardín de Emily Dickinson, aquel en el que la culebra acecha en Un sujeto angosto entre la hierba, tiene un mapa que traza la ruta del animal que repta sin que el hombre lo presienta hasta que ya le ha dado alcance; hasta las entrañas del cachalote que signó la vida del Capitán Ahab en Moby Dick, de Melville. Cada ilustración viene acompañada de un texto que es invitación y reflexión cuyo autor, Daniel Harmon, es también el editor y quien se comunicó con DeGraff para proponerle la idea de realizar este trabajo que en principio incluiría cincuenta obras literarias. Bellamente editado por uno de los sellos más elegantes de Hispanoamérica, su director y editor, Enrique Redel, suma este título a un catálogo que es imprescindible para conocer parte de la mejor literatura contemporánea. No cabe duda de que el mapa más asombroso es el que ha salido de la lectura de La biblioteca de Babel, de Borges. Los hexágonos, que como celdas se replican hasta el infinito conteniendo todos los libros de todos los tiempos, recreando el infinito sin rutas del saber universal, pugnan por salirse de las páginas de este libro, que es una tentación irresistible para bibliófilos y un encanto (en el sentido hechicero) para quienes se resisten a la lectura.

*http://laexperienciadeleerhs.blogspot.com.es/2017/08/que-vemos-cuando-leemos.html

Comentarios

Entradas populares