Don Camaleón

El autor de Don Camaleón (Tusquets, 2015) Curzio
Malaparte (Prato) fue un escritor e intelectual controvertido, complicado,
complejo y fascinante. Acompañó al socialista creador del fascismo, Benito Mussolini,
en la Revolución de Octubre de 1922, para luego ser uno de sus más venenosos renegados,
y terminar siendo católico y comunista cuando la muerte acechaba; hay que
añadir que iniciarse políticamente en el fascismo para acabar como comunista (o
viceversa) es un recorrido tan corto como cambiar de asiento en el metro; este
Céline italiano de lengua desatada y vibrante retrató las más horrorosas
consecuencias de la devastación totalitaria europea en un libro cuyo nombre
remite a lo destruido, a lo hecho añicos: Kaputt.
En la novela cuyo
protagonista es el reptil saurio que será educado por el propio Malaparte y
Sebastiano, su bibliotecario, aquella devastación sangrienta donde la crudeza y
la barbarie campean por el mundo, se verá desplazada hacia terrenos morales y
políticos que darán cuenta de otra debacle: la de la Razón y la Virtud. En un encuentro
fortuito entre Malaparte y Mussolini, ambos a caballo por alguna pradera, Il
Duce insta a su amigo a que eduque para ser humano al camaleón que le acaba de
caer en el hombro. Malaparte acepta el encargo dando así inicio a una sátira
política mordaz y filosa que se tomará la sentencia aristotélica a chanza.
Don Camaleón tiene
la facultad de asimilar los libros de la misma manera como se mimetiza con el
ambiente, así que con solo descansar sobre los libros hace suyos los contenidos,
desde los clásicos hasta los ilustrados franceses, este nuevo actor de la
política italiana, será educado hasta emanciparse de sus guías para instar a la
sociedad a un cambio irreversible en su organización política. Como si Don
Camaleón quisiera una constituyente.
La biblioteca de
Malaparte bajo el cuidado de Sebastiano será mimetizada por el cuadrúpedo en su
totalidad, haciendo de este un camaleón culto, de recursos retóricos impecables
e imbatibles, hará en fin de él, un hombre en pleno derecho, aunque con cola,
del ejercicio público hasta lanzarse a la contienda política protegido y
auspiciado por aquel que, en palabras de Lenín, era “en Italia, el único
socialista capaz de guiar al pueblo hacia la revolución: Benito Mussolini”.
Cuando el comunismo es nacionalista se le llama fascismo. Don Camaleón irá
enfrentándose a todas las facciones de poder en una sociedad desmoralizada,
descoyuntada, fracturada moral y espiritualmente, cuyos miembros han hecho del
arribismo, el oportunismo y la hipocresía la norma para acomodarse según soplen
los vientos del poder. Y ufanarse de ello.
Al menos, Don
Camaleón responde a su propia naturaleza cambiante, maleable, quizás sea el
único que se conoce a sí mismo, es portador de una única certeza: su
ambigüedad; el resto, revolucionarios, liberales, intelectuales, escritores,
obispos, cardenales, el clero en general, y las masas enloquecidas como nunca
antes por un dictador carrilludo, es impulsado por el envilecido embrutecimiento
y los apetitos ruines y perversos de la ambición. Quizás Don Camaleón sea más
el alter ego de Malaparte que la propia conciencia de Il Duce; tampoco es
descabellado ver en Don Camaleón un carácter colectivo, si tal cosa existe.
Don
Camaleón fue una novela publicada por entregas a la
manera de los folletines hasta que la prohibió el propio Mussolini quien se vio
afectado por el retrato que de él hacía su otrora compañero de ruta en la
Marcha sobre Roma, Malaparte. Llegó a decirle en un encuentro personal que los
escritores lo trataban muy mal, y de esto se hace eco el propio Malaparte para
increparle la cobardía a aquellos escritores que se plegaron o sucumbieron ante
la dictadura o se exiliaron mientras que él escribió y publicó en vida de Il
Duce esta manifiesta crítica a su figura y régimen.
El discurso que se
lanza Don Camaleón en el congreso, en defensa de sí mismo y de su propuesta
para darle corpus legal a la revolución serán las páginas más brillantes de
esta hilarante y corrosiva novela, una que da cuenta de la descomposición
política de toda una sociedad que se ha despojado, que ha extraviado, que ha
abdicado a todo signo de humanidad para ser animalidad, para solo responder a
las necesidades inmediatas a las que está instada para su supervivencia: “No
podía haber mejor representante de una revolución basada en la arbitrariedad,
la violencia y el atropello de las libertades constitucionales que un
camaleón”.
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