Zama
Lo sucedido en el mundo editorial
anglosajón con la novela Zama, de Antonio Di
Benedetto, ha despertado un interés renovado en su país y ha trascendido las
fronteras culturales. Una nota en NYRB redescubre lo que ya puede considerarse
un clásico contemporáneo
I
En
enero de este año J.M. Coetzee publica en el New York Review of Books un
extenso, detallado y lúcido ensayo sobre una novela argentina y su autor; un
mendocino nacido en 1922. El autor, aunque no olvidado en Argentina, sí que leído
en círculos literarios y académicos, no gozaba de popularidad fuera del
territorio austral. Coetzee, hombre de pocas palabras, reservado, de una
capacidad lectora aguda, un hombre que ha desentrañado los engranajes de las
grandes novelas del siglo XIX y XX (Costas extrañas,
2010; Mecanismos internos, 2010, ambos
reeditados en Debolsillo), asiduo visitante de Buenos Aires, lo deslumbra la
historia de un solitario asesor del gobernador del virreinato español del Río
de la Plata. Quien lee es un escritor y vale la viceversa.
La
gran mayoría de las páginas y suplementos culturales de Argentina ha reseñado
la publicación del ensayo del nobel en el prestigioso referente
literario-editorial. Era de esperarse, y quizás no deba verse como una validación
de la calidad literaria del reseñado, sino señalarse la tardía atención sobre
la novela y su autor, así como la importancia de la lectura crítica para
redescubrir, en tiempos de acelerada desmemoria, libros que superan la prueba
del tiempo. Esa es, desde una precaria posición, la noble tarea de un lector.
Es, como ha escrito Kundera, una lucha de la memoria contra el olvido. La lucha
del hombre contra el poder.
El
ensayo publicado en NYRB se intitula A Great Writer We Should
Know. Coetzee detalla la trama de Zama (Biblioteca
Universal Planeta, 1972), de Antonio Di Benedetto, novela publicada en 1956 y
que recorre poco más de medio siglo hasta llegar a las manos del sudafricano y
hacerle escribir que esta, "es la gran novela latinoamericana". Las
editoriales preparan los archivos que seguramente llevarán de prólogo las páginas
del autor de Desgracia. Los sellos Alfaguara,
Planeta, Adriana Hidalgo, han publicado a Di Benedetto, especialmente esta última,
que lo ha hecho con toda su obra, incluyendo los textos periodísticos. Pero
ahora será distinto, Zama debería irrumpir
como la historia que no solo revela un carácter de la argentinidad sino de todo
el continente: la espera por algo mejor; la disparidad entre las expectativas y
la realidad, el divorcio entre lo que se desea y lo que inevitablemente sucede.
Vigencia. Actualidad; y llega del siglo pasado. Hay un bucle del tiempo entre
las páginas de esta historia que se desarrolla a finales del siglo XVIII justo
antes de las guerras independentistas, y que desemboca en la Latinoamérica de
las decepciones. La literatura logra contener lo que las sociedades creen
olvidar o superar. Zama es prueba de una América
Latina entrampada en el fango de las promesas incumplidas.
Antonio
Di Benedetto. Un hombre que se describe a sí mismo de esta manera "Soy
argentino, pero no he nacido en Buenos Aires. / Nací el Día de los Muertos del
año 22. / Música para mí la de Bach y la de Bethoveen. Y el cante jondo./
Bailar no sé, nadar no sé, beber sí sé. Auto no tengo. / Prefiero la noche.
Prefiero el silencio." No hay perfil en ese incordio irremediable que son
las redes sociales que pueda con esas líneas. Apresado por los militares en
1976, estuvo año y medio tras las rejas porque no hay régimen autoritario que
soporte la verdad y la crítica; desde el periódico Los
Andes ejercía el oficio periodístico insoportable para los
embrutecidos militares. Logra la libertad por mediación de Heinrich Böll, el
nobel alemán. Vive en España exiliado entre 1977 y 1983. Regresa a Argentina en
1984. Di Benedetto señaló "leo mejor que escribo". Lo que sin duda
hace grande a un escritor es leer; la nota que le dedica Coetzee honra tan
noble apreciación.
II
Don
Diego de Zama se recuerda a sí mismo en tercera persona cuando un niño reconoce
al hombre que fue leyenda: (...) El enérgico, el ejecutivo, el pacificador de
indios, el que hizo justicia sin emplear la espada. Zama, el que dominó la rebelión indígena sin gasto de sangre española,
ganó honores del monarca y respeto de los vencidos. [...] Yo fui ese
corregidor: un hombre de derecho, un juez, y esas luces, en realidad, sin ser
las de un héroe, no admitían
ocultamiento ni desmentidos de su pureza y altura." Y ahora, cuando se
desarrolla la historia, es el asesor letrado del gobernador; es un criollo
olvidado del reino, quizá, uno de tantos que hicieron posible las luchas
independentistas, no por ansias de libertad sino por orgullo herido.
Zama es una novela inclasificable, un
constructo literario que se resiste a las taxonomías; no es una novela histórica
aunque su lenguaje, referentes sociales, económicos y políticos la sitúen explícitamente
a finales del siglo XVIII, porque en un deliberado bucle del tiempo remite a la
más incómoda contemporaneidad latinoamericana; y sin embargo no es menos una
novela existencial en la que el hombre moderno puede encontrarse, confrontarse
o en todo caso entregarse, al sin sentido que signa sus acciones, el absurdo de
una vida que dice y le insta avanzar (en
clave de progreso individual o colectivo) y termina por alejarlo de sus
objetivos, e incluso conducirlo al cabo contrario de sus propósitos, como si
una fuerza oculta en el carácter propio y en el ambiente circundante lo hubiese
decidido mucho antes, como un destino forjado en las entrañas de la fatuidad
del deseo.
Don
Diego de Zama, de gloria pasada será un personaje cuyo propio prestigio decaerá
como caen los árboles una vez cortados, pero lo hará en un silencio regalado a
la soledad. A la espera de un traslado que lo lleve a Buenos Aires, un anuncio
del Rey que por su gracia lo recompense con el regreso al hogar y a su mujer
Marta, un anuncio que nunca llegará y al que se ordenará con la ausencia de fe
de los perdidos. Es esta la espera nunca salvada, y en medio de ella una suma
de fracasos vinculados a esa condición que solo el poder puede ejecutar. Zama
desea y no satisface el deseo, sea sexual, anímico, metafísico, fisiológico,
económico, intelectual. La novela se divide en tres partes señaladas en una década
de infructuosa vida detenida en la amargura del fracaso: 1790,
1794 y 1799.
La
primera parte la más extensa, en la que Zama necesita una amante, necesita la
piel, y cree que la enigmática y resuelta Luciana es la mujer que lo complacerá.
Mujer casada pero no menos infiel, le juega a Zama el vaivén de la seducción no
consumada. Ella también es poder y hace esperar. Porque se olvida que quien
espera no ejerce acción, la padece, es el poder el que concentra el tiempo de
la acción, quien espera es un mendigo del tiempo. "(...) Mal me
causaba, eso sí, que lo real me resultase inasible y, si una mujer venía a mí,
lo hiciera en sueños, nada más. ¿Nunca sería el visitado del amor? (...) y yo ahí,
sin unos labios para mis labios, en un país que infinidad de francesas y de
rusas, que infinidad de personas en el mundo oyeron mentar; yo ahí, consumido
por la necesidad de amar, sin que millones y millones de mujeres y de hombres
como yo pudiesen imaginar que yo vivía, que había un tal Diego de Zama, o un
hombre sin nombre con unas manos poderosas para capturar la cabeza de una
muchacha y morderla hasta hacerla sangre". Y es que Zama contiene en sí mismo
una poética de la ira y la belleza. Es un hombre que cavila y es un hombre de
arrebatos violentos. El rey hace esperar a Zama. Luciana hace esperar a Zama. Y
en la espera Zama va perdiendo cualidades, va decayendo moralmente, va
perdiendo virtudes, se hace presa de sus mezquindades y se va descubriendo vil.
Zama, quien también está en una posición de poder ante otros (es un criollo,
asesor del gobernador de la provincia de Asunción en Paraguay) hace esperar a
miserables esclavos, forasteros, mestizos, indios, que están por debajo de él y
le recuerdan constantemente el lugar y el tiempo en el que se encuentra
atrapado. La segunda parte, más breve, conjugará la espera por el condumio
económico, el hambre y la perdida de la razón. Zama, envilecido que no
desesperanzado (porque esta no es una novela sobre la esperanza sino sobre su
contrario o sucedáneo: el fracaso), entre cavilaciones teológicas, se hace más
cuerpo en sus necesidades mientras su mente divaga por irrealidades que no
logra identificar hasta que realidad y sueño se confunden.
Y es que Zama parece contener espirales de tiempo que dan cuenta de un territorio, Latinoamérica, que fue conquistado no por un imperio sino por la propia sinrazón y enfebrecido por los cambios que solo procuran su desmoronamiento cíclico. América está en el interior de Zama, si bien lo circunda y desborda, no menos es un estado del alma.
La tercera y última parte será la del colmo del fracaso porque Zama se irá de nuevo a la batalla, a la espera de un reconocimiento del rey que lo conduzca a su hogar luego de un triunfo improbable (ya ansiado o no, la desidia parece haberse consumado en su espíritu abyecto o vaciado de fin), y partirá justo a la geografía contraria a su hogar, al norte, alejándolo y sumando a las humillaciones de una vida frustrada en un territorio sin pasado la obediencia a un funcionario militar de menor jerarquía. [Quien quiera ver en Zama a cualquier nación latinoamericana es libre de hacerlo, no es descabellado contemplar ese estado del alma envilecido en la burricie social que hizo posible la hez comunista que detenta el poder en Venezuela].
Y es que Zama parece contener espirales de tiempo que dan cuenta de un territorio, Latinoamérica, que fue conquistado no por un imperio sino por la propia sinrazón y enfebrecido por los cambios que solo procuran su desmoronamiento cíclico. América está en el interior de Zama, si bien lo circunda y desborda, no menos es un estado del alma.
La tercera y última parte será la del colmo del fracaso porque Zama se irá de nuevo a la batalla, a la espera de un reconocimiento del rey que lo conduzca a su hogar luego de un triunfo improbable (ya ansiado o no, la desidia parece haberse consumado en su espíritu abyecto o vaciado de fin), y partirá justo a la geografía contraria a su hogar, al norte, alejándolo y sumando a las humillaciones de una vida frustrada en un territorio sin pasado la obediencia a un funcionario militar de menor jerarquía. [Quien quiera ver en Zama a cualquier nación latinoamericana es libre de hacerlo, no es descabellado contemplar ese estado del alma envilecido en la burricie social que hizo posible la hez comunista que detenta el poder en Venezuela].
La
imagen que contempla don Diego de Zama al inicio de la novela es de una
elocuencia premonitoria que asombra al lector y no puede olvidarse página a página
hasta el final: "Con su pequeña ola
[la del río] y sus remolinos sin salida, iba y venía, con precisión, un mono
muerto, todavía completo y no descompuesto. El agua, ante el bosque, fue
siempre una invitación al viaje, que él no hizo hasta no ser mono, sino cadáver
de mono. El agua quería llevárselo, pero se le enredó entre los palos del
muelle decrépito y ahí estaba él, por irse y no, y ahí estábamos. Ahí estábamos,
por irnos y no."
______________________
Antonio
Di Benedetto ha escrito una novela inmortal que ahora ha tenido una segunda o
tercera vida con la nota del nobel J.M Coetzee y el éxito en el mundo editorial
anglosajón. La adaptación al cine que ha hecho Lucrecia Martel seguramente
ayudará a que la popularidad del autor crezca y ojalá sea una pieza cinematográfica
que honre a uno de los personajes más complejos y fascinantes de la literatura
contemporánea.
Comentarios
Publicar un comentario